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viernes, 12 de marzo de 2010

Los alimentos del futuro



Hay evidencia de que los productos de origen transgénico no siempre mantienen los mismos nutrientes de los cultivos naturales. Adicionalmente, se sabe que los transgénicos pueden provocar daños irreparables al medio ambiente”.

Hace poco dio la vuelta al mundo la noticia de que el príncipe Carlos de Inglaterra había denunciado que la masificación de los cultivos transgénicos está causando el peor desastre ambiental en el planeta y que hay empresas que están haciendo un gigantesco y peligroso experimento con la naturaleza y la humanidad.

Estamos viviendo el resultado de décadas de investigación científica dedicadas a crear nuevas especies vegetales con menores tiempos de cultivo y más resistentes a las plagas. Durante los noventa hubo gran entusiasmo por lo que se pensó podría ser la alimentación del futuro y la solución a los problemas de hambre de la humanidad. Sin embargo, más recientemente, muchas personas están pensando que quizás estamos yendo demasiado rápido en aceptar una nueva tecnología que todavía no ha sido probada en su totalidad.


La ciencia de los transgénicos
Un cultivo transgénico se da cuando, a nivel molecular, a una especie –generalmente vegetal– se le inserta código genético de otra –vegetal, animal o hasta humano–. Quienes defienden su uso se apoyan en que las autoridades de la salud de EUA los consideran seguros. El problema es que el ente encargado de certificarlos, la Food and Drug Administration (Administración de Drogas y Alimentos), ha sido acusada de estar más sintonizada con los intereses de los fabricantes de los productos que ésta debería regular que con los consumidores. Adicionalmente, hay denuncias muy bien fundamentadas que dicen que los transgénicos pueden provocar daños irreparables al medio ambiente.
Según Henry Miller, jefe del área de biotecnología en la FDA desde 1979 hasta 1994, “las agencias federales en EUA han hecho exactamente lo que la gran industria del negocio agrícola les ha dicho que hagan”. Para la Union of Concerned Scientists, las autoridades de salud de EUA están manipuladas por los grandes intereses económicos que respaldan a los cultivos transgénicos y están dispuestos, a cualquier precio, a recuperar las sumas millonarias que han invertido en investigación.

Según el genetista David Suzuki, “cualquier político o científico que diga que los transgénicos son seguros es muy estúpido o está mintiendo. Los experimentos sencillamente no se han hecho”. El problema es que al modificar el código genético de una especie se abre la posibilidad de crear nuevos compuestos tóxicos que pueden producir alergias inmediatas o efectos a largo plazo en el organismo. Los detractores de los cultivos transgénicos consideran que la epidemia que vive EUA (y cada vez más Latinoamérica) de alergias y enfermedades al sistema inmunológico es consecuencia en parte de una década de consumo directo o indirecto de alimentos transgénicos.

Hay evidencia de que los productos de origen transgénico no siempre mantienen los mismos nutrientes de los cultivos naturales. Adicionalmente, se sabe que los transgénicos pueden provocar daños irreparables al medio ambiente.

¿Cómo será el futuro?
Según Plutarco Naranjo, ex ministro de Salud del Ecuador, “es larga y desdichada la lista de perjuicios y daños que han ocasionado los transgénicos sobre los cultivos autóctonos de maíz, soya y otros [...] Añádase a ello el que no existen hasta hoy pruebas suficientes sobre su inocuidad para la especie humana”. La Asociación de Jóvenes Cristianos del Ecuador ha declarado que “la comercialización de alimentos transgénicos es un acto irresponsable, porque si actuamos bajo el principio de precaución y aún no se conoce todo el impacto en la salud humana de su consumo, es preferible su prevención”. A nivel mundial, el consenso entre asociaciones de consumidores es que no vale la pena abrazar esta nueva tecnología hasta no saber a ciencia cierta sus consecuencias.

Según Michael Pollan, en un reportaje publicado por el New York Times sobre el tema, el ideal de un futuro que retome el interés por los productos alimenticios orgánicos producidos con agricultura sostenible y sin químicos está volviendo a resultar más atractivo en la mente de los consumidores que aquel ideal de un futuro supertecnificado.

Si prevalece la tendencia que menciona Pollan, es posible que en un futuro, en lugar de terminar de transformarnos en un mundo donde la manipulación genética haya llegado a dominar todo lo que encontramos en los supermercados, la preferencia de los consumidores se dirija cada vez más hacia los productos naturales y auténticos.

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